NAIROBI: "Karibú Kenia"
Bajo el cielo naranja de la puesta de sol, los animales salvajes buscan refugio en la estepa africana; Mientras tanto, la ciudad de Nairobi se va transformando en otra selva, pero una de cemento.
A través de la ventana del taxi vemos un mar humano esperando que el semáforo cambie a verde, las voces de vendedores que ofrecen de todo a los choferes se mezclan con los ruidos de motores y el calor se disuelve con el frescor de la brisa nocturna.
MAJO
“Karibu” o bienvenido, es así como nos recibe Marjorie Arana en su casa al pie de una colina de Nairobi. Sus familiares y amigos la llaman cariñosamente ‘Majo’, muchos de ellos también le dijeron que estaba loca cuando la joven decidió mudarse del Perú a Kenia.
Majo dejó lo que llama la ‘Burbuja’ de comodidad de la clase media de Lima en busca de lo desconocido. Kenia se convirtió en su residencia, allá se reunió con el amor de su vida y encontró una misión que llenaría su alma.
“Heko Deko” es la fundación a la cual Majo ha dedicado la mayor parte de su tiempo en Kenia. La entusiasta voluntaria nos llevó a la escuela “Magoso” ubicada en el sector popular de Kibera, el llamado Slum (asentamiento humano) más pobre y grande de África.
Majo usó botas para caminar sobre el barro, nos mostró a niños con manchas oscuras en el cuerpo producto de la venta de carbón, casas construidas con todos los desechos de la parte rica de la ciudad.
Desde las vías del tren pudimos ver las rejas que separan Kibera del verde gras cuidadosamente cortado del vecino campo de golf. Los jugadores solo miran el trayecto de la pelota y no lo que está pasando el enrejado.
“Es admirable que dentro de toda esta miseria haya tanto amor y esperanza” nos contó Majo y luego señaló: “Acá hay dos áfricas, la de allá (Golf club) y la de acá (Kibera)… alguien tiene que ayudar a los que viven de este lado”.
FANNY
“Si existe el paraíso, está en Kenia”…Nos dice Fanny Ruiz Aranibar, su casa está rodeada de árboles con una quebrada que da hacia un bosque y el cantar de los pájaros nos recuerdan que estamos en una ciudad enclavada en la selva tropical.
La familia de Fanny dejó el Perú escapando de la dictadura militar de los 70’. “Hay algo en la belleza natural de Kenia que me recuerda como era el Perú de aquella época”, dice Fanny quien ya ha pasado más tiempo en África que en América.
Un día de verano Fanny vio varias balsas de madera abandonadas en las costas de Moombasa. El hallazgo se volvió en oportunidad, Fanny compró las balsas a los pescadores locales y las transformó en muebles decorativos.
Las huellas en la madera de las balsas nos trasportan a los elementos básicos: mareas altas, erosiones de vientos y el arte de la pesca artesanal. Es como volver al pasado, ver el mundo desde un punto de vista diferente, como si el tiempo se hubiera detenido.
Después de tanto tiempo viviendo afuera, Fanny se reconectó con el Perú ofreciendo sus buenos oficios como cónsul honoraria en Kenia. Cada vez que estampa un sello de visa en un pasaporte recuerda su partida, un viaje que nunca tuvo un sello de retorno.
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