PEM Bicentenario: Embajadores Honorarios
DESDE EL FIN DEL MUNDO: RUTH TIZÓN
La paz de la naturaleza, una cultura milenaria y el presagio de un familiar giraban en torno a Ruth Tizón, una psicóloga que llegó a Nueva Zelanda para quedarse.
Me encontré con Ruth al pie del “Sky Tower” o la torre cielo, el centro de Auckland , la ciudad más grande de Nueva Zelanda. Ruth tenía una boina que usaba de lado, saco rojo y chalina de colores, tez morena y hoyos en sus mejías que relucían al sonreír. Inmediatamente me tuteó con su acento limeño cantadito: “¿Cómo te ha tratado Nueva Zelanda?’ me preguntó, “Llevó dos días viajando y aun no he visto mucho” respondí con una franqueza trasnochada.
La anfitriona tomó el volante, por la izquierda a la inglesa, y empezó a contarme su historia. Ruth estudió comercio exterior y su profesión la obligó a emigrar a países que ella nunca se hubiera imaginado: en Dubái conoció a su futuro esposo, en El Cairo tuvo a su hijo Mustafá; Pero el destino de Ruth no estaba en el Medio Oriente sino a miles de kilómetros de distancia en el Pacifico Sur.
“Cuando llegué a Nueva Zelanda con mi visa de inmigrante, el agente que me estampó el pasaporte me dijo ‘Bienvenida a casa’ y esta frase me quedó impregnada” dijo Ruth quien al poco tiempo de llegada decidió estudiar psicología infantil, un sueño que lo tenía postergado desde hace un buen tiempo.
Dicen que la psicología es el estudio del alma y Ruth era una persona muy intuitiva que exploraba a las personas más allá de las apariencias. Para complementar sus estudios Ruth trabajaba como voluntaria en una asociación dando consejería a mujeres que han sido víctimas de violencia doméstica. “Había visto la violencia de género en América Latina y en el Medio Oriente, pero me sorprendió verla aquí en Nueva Zelanda” dijo Ruth con una sed insaciable por reclamar lo justo.
Si hay algo que le fascinaba a Ruth era la cultura ancestral de Nueva Zelanda: los Maoríes. Llegamos al “One Three Hill” (colina de un solo árbol), en el vertiginoso ascenso vimos un inmenso manto verde que se perdió en el horizonte. “En la cima de esta montaña había un solitario árbol que era sagrado para los Maoríes, aborígenes del archipiélago antes de la llegada de los colonos ingleses” dijo Ruth y agregó “El árbol fue arrancado de raíz por los colonos y en su lugar hay un monumento en homenaje a los Maoríes”.
Aunque el árbol fue arrancado, las raíces Maoríes se quedaron en Nueva Zelanda. Ruth nos llevó a su universidad “Este es un ‘Marae’ o casa comunitaria de los Maoríes” dijo Ruth mientras caminamos bajo la estructura de madera con columnas talladas que representan a dioses, techos a dos aguas y en el centro una representación de una mujer embarazada. “Hay muchas similitudes entre la cultura polinesia y la peruana” dijo Ruth.
A la salida del recinto Ruth reconoció a un estudiante Maorí quien nos mostró los tatuajes que llevan grabados en brazos y cuello. El era parte de la cultura aborigen que seguía latente en la gran urbe, Ruth traduce del inglés: “Dice que en su cultura los tatuajes tienen un significado más místico que decorativo, representan la tribu de donde proviene la persona que lo porta”.
El cielo se nubló otra vez: “Si no te gusta el clima , solo espera cinco minutos y va a cambiar” dijo Ruth mientras nos subimos al carro para ir a su casa. En el camino pone un cassette con música peruana: “Llora guitarra porque tiene mi voz de dolor…” Ruth cantaba con emoción este vals criollo, a más de 10 mil kilómetros de distancia del Perú.
Ya en casa Ruth presentó a los miembros de su familia: la madre, una sonriente mujer de la tercera edad que saludó cordialmente y su hijo Mohamed quien recitó un saludo en maorí que describió su árbol genealógico. El hogar es cómodo y sencillo, en un rincón hay una mesita con recuerdos de Perú y Nueva Zelanda: un cuadro de Machu Picchu, granos de maíz para la suerte y una estatuilla de un Kiwi, el ave nacional del archipiélago.
Luego de haber visto la increíble naturaleza de Nueva Zelanda y la cultura ancestral de los maoríes, la madre de Ruth nos develó el presagio familiar: “Hace muchos años atrás un vidente me dijo que iba ir al fin del mundo y que iba a estar bien” dijo la sonriente anciana y agregó “Yo creo que él tenía razón” (*)
Me quedé con las palabras sabias de la anciana y con la idea de que el fin también podría representar el comienzo…
(*) La madre de Ruth murió unas semanas después de la entrevista.
CONSEJOS:
_En Nueva Zelanda el tráfico es por la izquierda, no se olvide de tener precaución antes de cruzar las calles.
_En Auckland no se olvide de subir hasta la cima del “Sky Tower” donde podrá tener una vista de 360 grados de la ciudad.
_Si es busque en el internet las posibilidades de obtener la visa de trabajador temporal que ofrece el gobierno neozelandés
No hay comentarios