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PERUANOS EN HOLANDA: LA NARANJA MECANICA

“LA NARANJA MECANICA”



El viento del mar del norte ondean los largos tallos de los bellos tulipanes. Holanda es como su flor nacional de colores vivos: violeta, rojo y por supuesto naranja. Los también llamados países bajos han desafiado al mar aventurándose a conquistar el mundo, construyendo diques y creando ciudades donde antes era agua y sal.

La primera ciudad a la que uno llega en Holanda es el aeropuerto de Schiphol y es que literalmente este inmenso terminal aéreo se podría considerar una ciudad con todo incluido: tiendas, mercados, hoteles, bancos y hasta casinos. Desde Schiphol me pude conectar con Ámsterdam, uno de los destinos más visitados de Europa.

Pocas ciudades en el mundo tienen una fama tan renombrada como Ámsterdam. Desde sus canales esparcidos por la ciudad interconectados por 165 puentes se pueden observar joyas arquitectónicas de la cultura flamenca. Inmensas torres que redoblan las campanas cada hora llaman a los fieles a orar. Sea a pie, bicicleta o bote Ámsterdam es un recreo visual de jóvenes bohemios que buscar escapar de la rutina de los países vecinos.

En la estación central de trenes nos encontramos con Jesús Sotelo, un periodista peruano que se ofrece a llevarnos a los puntos más interesantes de esta singular ciudad. Lo que más me llamó la atención es la cantidad de ciclistas que circulan por la ciudad y también sus numerosos canales. Jesús nos resume el ingenio holandés en la ingeniería hidráulica en una frase: “Se dice que Dios creó el mundo y Holanda, los holandeses”.

Hay Ámsterdam para todos los gustos: el lado del sub-mundo de Ámsterdam empieza en la calle Gay Street, meca del mundo gay europeo; En los Cefee shops se sirve marihuana y la lujuriosa calle roja ofrece prostitutas en vitrinas. Justamente a la entrada de este barrio está el monumento a “Belle”, un homenaje a las trabajadoras sexuales. Jesús nos cuenta que el holandés vive casi indiferente al mundo surreal de Ámsterdam, pero para mí todo esto me parece único y diferente.

En tierra firme visitamos los afamados museos de Ámsterdam: el “Rijks” tiene una vasta colección del maestro Rembrandt, el museo dedicado a Vincent Van Gogh es puro color y en la casa donde vivió Anna Frank se aprende sobre el holocausto que los judíos sufrieron tras la ocupación nazi. Jesús conoce cada palmo de la ciudad, cruza por el centro a diario y hasta aprendió el complicado idioma holandés, que vendría a ser un primo del idioma alemán.

Además del Ámsterdam sensual, liberal y cultural, también hay otra “ciudad de a pie” donde docenas de artistas de la calle han encontrado una profesión vendiendo sus trucos a los miles de turistas que acuden a su encuentro. En la plaza real hay estatuas humanas de todo tipo: la muerte con su hoz, gente con ropa de época y hasta una dama sin nada más que tatuajes, estos personajes luchan por llamar la atención de los visitantes. Jesús ama esta ciudad loca, desatada y tecnicolor. Yo particularmente empiezo a entenderlo.

Siempre pensé que la capital de Holanda era Ámsterdam, pero descubrí que técnicamente La Haya era la capital de los países bajos. El parlamento, la casa real y otros edificios públicos se encuentran en esa urbe a casi media hora en tren del aeropuerto de Schiphol. Jhonattan Bringas nos espera para mostrarnos  orgullosamente su ciudad adoptiva.

Un edificio que no puede dejar de visitar en La Haya es la corte internacional de justicia, en donde se ventilan casos de violaciones de derechos humanos, conflictos y diferendos limítrofes. En medio de la calle vemos al primer ministro de Holanda que toma su casco y empieza a pedalear su bicicleta, no hay escoltas ni guardaespaldas  y nuestro guía nos dice que esto es algo muy común en este pequeño y seguro país.

Jhonattan estudió medicina en Cuba e hizo voluntariado en una ONG de Huaraz donde se enamoró de una voluntaria holandesa. La joven pareja se mudó a La Haya, continúan capacitándose  y han adoptado dos hermosos perros: Cuzco y Lima. A tan solo 20 minutos en tren desde la estación central se llega a Delft, cuna del artista Vermeer, acá todo se asemeja a su diseño original de siglos atrás: tiendas de quesos tradicionales, los famosos suecos o zapatos de madera y un mercado de flores con los emblemáticos tulipanes.

Al caminar por Delft, Ámsterdam y La Haya podemos en cierta medida tener una noción de la inspiración de los artistas flamencos que trazaron con sus pinceles los molinos de vientos, canales y embarcaciones. Rembrandt, Van Gogh y Vermeer pusieron en sus lienzos los bellos colores del atardecer holandés y crearon un arte que es admirado por su fuerza, tonalidad y originalidad.

Pero Holanda también abraza la modernidad en Rotterdam, el puerto más grande del viejo continente. Gisella Balta nos cuenta que eligió esta ciudad para hacer su master en negocios gracias a que su primo que ya se había establecido acá. Además los precios de los estudios son bastante asequibles, incluso más baratos que en los Estados Unidos.

Gisela presenta su ciudad  desde el puente “Erasmo” una estructura de acero en forma de abanico que une la ciudad separada por un inmenso rio navegable. Es de admirar que un país tan pequeño en extensión pueda ser tan prospero, quizás la causa de su riqueza se deba al espíritu mercantilista del holandés que comercio en sus colonias de ultramar en mares y océanos.

Rotterdam fue casi totalmente destruida durante la segunda guerra mundial y su reconstrucción fue hecha bajos nuevos estándares modernos, elegantes y funcionales. Gisela nos lleva hasta el “Market hall”, una especie de gigantesco iglú que tiene un mercado adentro y apartamentos en su entorno. Esta estructura de acero y vidrio junto a otras alrededor de la ciudad me devuelven la esperanza en la estética de la modernidad.

Gisella está próxima a terminar su maestría, ella vino sin saber nada de este país y ahora se siente cómoda entre el orden, la arquitectura e idiosincrasia del holandés. Quizás no hay otro mejor sobrenombre de este país que la “Naranja Mecánica”: un pueblo que a base de luchar por vencer al mar ha ganado tierras, las ha trabajado y multiplicado el uno por mil. Me voy con la satisfacción de haber conocido un país no solo por sus atracciones turísticas sino también por su alma! Adiós Holanda, adiós a sus bellos tulipanes!

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