PEM Bicentenario: EN LA NATURALEZA
LA MUJER Y EL LAGO: CLAUDIA PALAO
Prendió las luces de la linterna, vimos los ojos de animales nocturnos que brillaban como perlas amarillas en la obscuridad, gacelas corrieron a buscar refugio, una jirafa estaba tranquilamente comiendo las hojas de árboles y nuestro guia alumbró el piso :”Estas son huellas de hipopótamos” dijo mientras se dirigió al lago Naivasha.
Mi anfitriona, entrevistada y guía era Claudia Palao, ella nos abrió la reja de metal de su hacienda a dos horas al norte de Nairobi, Kenia. “Bienvenidos a la casa de la única peruana en esta parte de África” dijo sonriendo.
Claudia estaba en sus 50 's, portaba lentes, un moño clásico, ropa lista para la faena agrícola y un acento italianizado que adquirió cuando estudió en Roma. Pierre Luigi, marido de Claudia, bajó del tractor para saludarnos, “Es italiano pero habla inglés” dijo la anfitriona luego de presentarlo.
Pierre Luigi estaba sudado, con tierra en el rostro, así como las otras familias campesinas que se veían a lo lejos cosechando coles. “Al inicio trabajamos la tierra como ellos, pero nos dimos cuenta que era más rentable dar la capacitación para usar tractores, ahora hemos dejado este inmenso terreno a los animales” dijo Claudia.
Me invitó a la oficina, había catálogos y pósters de tractores que importaron de China para dar talleres a los campesinos de la zona. En la mesa hay un libro: “Médico en Africa: un sueño realizado” firmado por Julia Palao. Claudia lo hojea y muestra la portada de una niña en los brazos de su madre.
“Este libro lo escribió mi madre, ella es la culpable, a los cuatro años me trajo al África, luego estudié en Inglaterra e hice una especialización agrícola en Italia, pensé que iba a estar más cerca de África y no me equivoqué pues abrieron un proyecto en Kenia y aquí me quedé” confesó Claudia.
Julia, la madre de Claudia, era de Arequipa y le apasionaban los viajes, especialmente al África, su hija había heredado ese espíritu de exploradora y aunque no optó por la medicina volvió a trabajar la tierra que la había visto crecer.
Le pregunté a Claudia donde podría tomar un safari, ella dijo que no era necesario salir de la propiedad, que solo nos montemos al jeep. No era una cacería sino un encuentro cercano con la naturaleza en su estado más primitivo.
Dentro de su propiedad divisé una manada de cebras y busqué mi celular para tomar unas fotos, pero Claudia me alertó: “No te preocupes, acá vas a ver muchas cebras, en Kenia no puedes matar a los animales salvajes”.
La hacienda de Claudia era un zoológico abierto: gacelas Thompson pastando, robustas “Ñus” y por supuesto más cebras. Luego nos dirigimos al gigantesco lago Naivasha donde pescadores estaban tejiendo sus redes para cuando suba la marea, kioscos fríen todo lo que este mar de agua dulce ofrece y las cigüeñas Marabú andan por todas partes. “Esos pajarracos son los basureros del lago, comen de todo” dijo Claudia mientras nos acercamos al puerto.
Abordamos una balsa para ver de cerca a las familias de hipopótamos. “Durante el día están sumergidos en el lago, no les gusta el calor, solo salen de noche” dijo Claudia en voz alta que competía con el ruido del motor de la lancha.
Regresamos a tierra firme, paramos en la casa en medio de su hacienda. Había una paz increíble, se escuchaba el cantar de cigarras y la oscuridad era casi total, solo los faros del jeep iluminaban el camino de regreso.
Este era el mundo de Claudia: un encuentro permanente con la “Natura”, como llamaba a la naturaleza en italiano. Pensé lo que sería regresar a los elementos : agua, aire, fuego, tierra y viento...La hacienda de Claudia me trajo a ese lugar que estaba en mi y no lo sabía, tal vez fue mi instinto salvaje que todos llevamos dentro.
“La agricultura es una forma de vida...en la ciudad no podría vivir, me encanta el campo”, fue la frase final de Claudia , tan simple como la “Natura”.
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